Algo que decir

11.03.2009

Es difícil expresar algunas veces las cosas que uno tiene dentro. Para ser sinceros la mayoría del tiempo lo es. Recuerdo haber escrito aquí mismo sobre algo parecido, sobre las cosas que uno se va guardando. Siempre reprimiendo sentimientos, conservándolos. ¿Pero para qué?. Hace poco escuché en las noticias que somos el país que más se guarda sus sentimientos y emociones, que no hace valer su opinión. Que siempre estamos reprimidos, como si le tuviésemos temor a algo, a la vergüenza de que otra persona piense distinto y nos diga una contra parte que nos deje helados sin saber que decir. Pero siempre hay algo que decir, algo que acotar. Especialmente a tu pareja.

Hace demasiado tiempo que no escribía algo, ¿motivo por el cual volví?. Sólo me dieron ganas. Estaba trabajando escuchando música y sentí algo que me decía "escribe". ¿Pero sobre qué?, pregunté. "Sobre ella", alguien respondió dentro de mi. Y bueno, un simple impulso quizás, pero esto va de corazón, esto es para ti, Paulina.

Muchos dicen que un día uno odia y al día siguiente ama, pero la verdad no es mi caso. Yo podría afirmar que es posible amar día a día, en mayor y menor cantidad, pero amar todos los días. Eres tú el producto de todo, el producto de donde estoy. Eres tú la que siempre me da ese pequeño empujón en la espalda queriéndome decir "vamos, tú puedes, tírate". Y entre tanta tirada aquí estoy, luchando con esta malvada vida, quitándome cada día una nueva cascara, siendo rico y pobre, creando mis instrumentos de vida, cumpliendo mis sueños, jugando a ser grande. Eres el témpano mas cálido que he conocido en mi vida. Porque hay que aceptarlo, aveces puedes llegar a ser muy fría, y si no fuera porque te he aprendido a conocer estaría tirándome de un quinto piso. Esa eres tú. Siempre misteriosa, queriendo que vaya un poco más allá de lo obvio, de lo visible. He aprendido golpe tras golpe a siempre ir un poco más allá contigo, a buscar la perfección. Todo este tiempo que llevamos juntos ha sido el más importante en mi vida. Muchas dirán "pero si son tan jóvenes, quedan tantas cosas por vivir". ¿Y a mi qué?. Estoy enamorado, no me voy a preocupar de las cosas que quedan por vivir, quiero disfrutar esto, lo que tenemos, porque realmente lo vale, y lo vale de verdad. Vale mucho más que las cosas que me falten por vivir. Aparte, ¿quién dice que hay que vivir toda sensación en la vida?. Si así lo quisiera o así lo quisieras tú no estaríamos donde estamos ahora. Los dos sabemos perfectamente lo que tenemos, cuanto nos amamos y lo que queremos. Muchas cosas quedan por vivir y experimentar, es cierto, pero junto a ti. No hay nada más hermoso y sereno que tenerte a mi lado. Mirarte luego de un largo día es el mejor premio que puedo obtener. Tus gestos, frases, tu voz me encantan. Es difícil imaginar que ha pasado tanto tiempo desde que empezó todo esto. Si un día me despierto y todo el mundo me dice que llevamos sólo 3 meses, les creo. Me gusta avanzar rápido pero detenernos en el momento justo para contemplar todo. Detenernos en esos momentos únicos. Son pocos los días que llevo sin verte, y te extraño demasiado. Tus besos, frases, tus extrañas pataletas. Todo. La imperfección de nuestra relación no es más que AMOR. Que cosa más aburrida tener una relación perfecta. En que siempre se sepa que va a suceder, que va a pasar mañana, y pasado. Todo planificado y estructurado. ¿Dónde quedan los celos, la incertidumbre, los sueños?. No hay nada más hermoso que seguir conociéndonos cada día más, en todas nuestras facetas. Nada más hermoso que querer reconquistarte nuevamente luego de una pelea. De mirarnos y decirnos te amo como si hubiésemos peleado a muerte por siglos y ya todo hubiese pasado.

Quiero que esto siga, y por siempre. Dejemos que esto vuele y no lo encerremos en una bola de planificaciones. Dejemos el amor libre.

Te amaré por siempre.

Ángel

9.10.2008

Es todo, es mi mundo, mi vida, es mi sangre. Parte de cada rincón de mi cuerpo, parte de mis triunfos, mis errores, ella es mi latido, es mi palabra, mi fe. Más aún es mi ángel. Aquel ángel protector, amoroso, que te entiende, te escucha, que nunca te deja lado. Ese ángel que es como tu madre o tu padre, que pese a todo siempre estarán contigo, en todo sentido. Es real, es palpable, aunque cueste creerlo. No es un ángel de los tuyos, es aún mejor que eso. La puedo tocar, la puedo besar, la puedo amar. Me escucha y me habla. La puedo ver y sentir, hasta la puedo abrazar, créeme. No te miento, no tengo porque. No es un ángel de aquellos con alas, ella vuela por si misma, me lleva sobre un mar de sentimientos únicos, increíbles. Lo es todo, realmente lo es. Es la luna y también el sol, es el mar y también la tierra, es la flor con su abeja, el amor con la pena, también es paz y también es guerra, pero mejor aún... es mi ángel de vida plena. Sólo créeme, no te miento. De que mi ángel existe no es un cuento. Me encanta verla, me encanta olerla, me encanta sentir que puedo tenerla. Es increible que lo hace, lo que logra. El amor es su sangre, es su vida. Se alimenta de aquello. No es de aquí, quien sabe de donde. Pero que importa, si sólo mírala, ¿no es bella?. Mírala correr, mírala reír, mírala cantar, mira como salta como nos mira, ¿aún no me crees?. Entiende, no te miento. Ella es sabia, es correcta. Un ser único entre tanta mezcla. Incomparable, irreemplazable. Nunca nadie podrá superarle. Pero es frágil como un cristal. Hay que ser cuidadoso, precavido. Cosa que yo no he sido. Lo he intentado pero he fallado, pero ella siempre me ha apoyado. La he trizado y aveces roto, pero no por eso me ha dejado. Que yo te digo que es única, sólo créeme. Muchas veces he caído pero ella siempre ha esperado. Estoy harto de trizarla y por mi culpa no dejar avanzarla. Sólo quiero tomar su mano y decirle cuanto la amo. No merezco lo mejor, pienso a veces, pero es ella quien en su amor me mece. No te miento, viejo amigo, esto fantasía si parece, pero si te digo que es real y que a mi vida vino a parar, déjame decirte que nunca la voy a dejar, que es por ella por quien vivo, por quien lloro, por quien rezo, que aunque tenga toda la vida para darle, nunca podre pagarle todo lo que ella me ha entregado. Es que todo yo le debo. Lo que ella me da es superior, es más allá que un simple perdón, es más profundo, más sentido: es verdadero amor. Muchas veces lloro y es por ella, por todo el mal que se lleva. Es mi culpa yo lo se, pero no es mi gracia hacerle mal, yo solo quiero amarla y mucho más, aunque por estúpido todo sale mal. Si no me crees es cosa tuya, porque todo lo que te digo es real. Ella es existe y está aquí, y aunque cueste creerlo, lo está por mi. Basta ya de trizarla que yo sólo quiero amarla. Sólo mírala, ¿qué me dices?. Dispuesta a todo, tan increíble. Ella sabe lo que hace, y depende de mi no volver a fallarle. Muchas veces caeré, yo lo se, soy humano, pero nunca dejaré que en la misma piedra yo vuelva a caer. De mi depende todo esto, pero yo te prometo que esto no se lo lleva el viento. Caeremos juntos como siempre, pero para mi trizarla ya es otro cuento. Tanta historia, tanto trama por detrás, que yo me pongo a pensar, si realmente soy suficiente para tanto ser celestial.

Ahora te dejo, querido viejo, y déjate de tonteras, que tu sabes perfectamente de quien hablo.

Tú que sabes

8.16.2008

Tú que sabes amar, tú que sabes odiar. Tú que sabes que decir y sabes callar. Sabes cantar, sabes mirar, reír, llorar. Tú que sabes engañar, ocultar, pero al mismo tiempo decir la verdad. Sabes herir y sanar. Tú que sabes lo que es no saber para luego entender que al fin y al cabo todo lo sabes. Tú que sabes que no me es fácil escribir y menos hablar. Sabes que es sentir y no sentir. Tu que sabes como morir y revivir. Sabes como controlar, manejar, manipular.Tú que sabes hablar con los ojos. Tú que sabes de perfección, humildad, belleza. Tú que lo sabes todo dime, dime como amar y odiar. Dime que decir para luego callar. Dime que cantar, que mirar, reír o llorar. Dime como engañar, ocultar para decir la verdad. Como herir y como sanar. Sí, tú, dime. Cuéntame todo lo que sabes. Enséñame a morir para luego revivir. Enséñame a revivir en vida. Dime como lo haces. Dímelo todo, todo. Quiero saber cada detalle, cada color, aroma, imagen, sentimiento. Escríbemelo, cántamelo, cuéntamelo, dímelo. Dime que hacer, que decir, que callar. Dímelo una y otra vez, soy todo oídos, ojos, mente y corazón. Dime como no fallar, no caer. Dime como tocarte, besarte, amarte. Dime que te gusta, que quieres, que tienes. Dímelo todo, paso por paso. Cuéntame tus deseos, tus sueños, tus temores, miedos, rencores. Dime ti. Muéstrame tus llantos, tus lágrimas. Muéstrame tus sonrisas, tus carcajadas. Muéstrame tu niñez, tu infancia. Quiero leerte, sentirte, verte. Quiero ser el indice de tu libro llamado Vida. Quiero ser tu marca páginas. Quiero ser tus sueños y anhelos. Quiero ser tu llanto y tu sonrisa. Quiero ser tu camino, tu guía. Quiero ser tu amigo y enemigo. Quiero herirte y sanarte. Quiero decirte te amo hasta hartarme. Quiero besarte hasta no tener labios. Quiero ser tuyo. Quiero todo. Sólo dime de ti. Dime lo que sabes. Dime como extrañarte y tenerte. Dime tus secretos. Dime, sólo dime. Dime como encontrarte para luego ocultarte en lo más profundo de mi corazón.

Tú que sabes todo, dime como hacer para no amarte.

Estúpida complejidad

11.24.2007

¿Errar es humano?: No. Errar es animal. Errar más de una vez en lo mismo: eso es un humano.

Hay un tipo de conocimiento - no exclusivamente humano - que es adaptable. Este conocimiento va desde lo moral hasta lo sentimental. Él único conocimiento estable o fijo existente son las ciencias. Por lo menos en nuestro querido planeta 'Tierra'.

Nuestro cerebro está en continuo aprendizaje, hasta que morimos. Se adapta. Del mismo modo que cualquier ser viviente en la 'Tierra'. Pero lo que hace la gran diferencia entre nosotros y cualquier otro ser viviente, es nuestra 'complejidad' - que prefiero llamar estupidez -. Esta estupidez humana que adquirimos desde que nacimos, hace por ejemplo, entre otras cosas, que yo escriba esta mierda. Sí, mierda. Al final y al cabo este blog pasará al pasado. Quizás sea borrado o simplemente quede flotando como un blog más dentro de los millones que existen, seguramente más interesantes que este. Y cuando en algún momento de mi futura vida recuerde que tuve un blog, haga el esfuerzo por recordar la maldita dirección y me haga un tiempo en mi ocupada vida familiar-profesional para leer lo escrito, de mi boca saldrá: "¡pero qué estupidez!". Pero te equivocas querido Yo del futuro, no es estúpido, es estúpidamente complejo.

La estupidez humana es una enfermedad curable - autocurable en verdad- . Todos son parte de ella, aunque intenten ocultarlo. Te absorbe como una gran esponja. Su misión no es destruirte, si no destruirse ella misma. La estupidez quiere lo mejor para ti, quiere tu tranquilidad. Pero para llegar a aquello, la estupidez tiene 2 opciones: te destruye o no te destruye.

¿Qué es la estupidez?. Supongo que en algún momento de tu vida - por no decir miles - no has parado de pensar en algo que te atormenta, que no te deja dormir, que lo llevas todo el desgraciado día en tu cabeza, buscando una solución, respuestas. Piensas, piensas y no paras de pensar. Tratas de relacionar inconscientemente cualquier hecho con tu problema, por más lejano que sea. Conversas con otras personas, buscas apoyo, consejos. Pero nada. La mierda sigue en tu cabeza, y no se va. Pasan los días y te sigue atormentando tu miserable vida. Eso es la estupidez. ¿Por qué?. Porque cuando llega el majestuoso día en el cual tu problema se resuelve y vuelves a analizar los hechos, piensas: "Pero si era tan simple...". Todo es simple amigo mio, pero a la vez muy complejo, perdón, estúpido quiero decir.

La estupidez magnifica los hechos. Puedes pasar una y otra vez por mil soluciones y nunca las usarás. Siempre seguirás buscando más caminos. La estupidez no se conforma con una solución. Lo analiza todo, absolutamente todo. ¿Qué tiene de malo?: todo tiene de malo. Cuando llega el día en que tu problema se repite, la estupidez te hace volver a caer en el mismo juego. Te mantendrá semanas pensando y buscando una solución que ya la conoces. Puede que sea un poco razonable - un poquito - no detenerse en la primera solución que encontremos y seguir buscando la solución más óptima. Sí, tiene sentido. Pero - siempre hay un pero - al seguir buscando más soluciones al mismo problema nace otro problema: el masoquismo. Uno sigue calentándose la cabeza, pensando y pensando, aunque ya tenga una solución. Nunca basta una, siempre quiere más. Aún sabiendo de que ya tenemos una solución factible a nuestro problema, la estupidez no lleva a seguir cagándonos la mente, dañándonos interiormente. He aquí donde llego al punto donde afirmo que el ser humano es naturalmente masoquista.

La estupidez puede llegar a volverte loco, completamente loco. Algo tan simple puede volverse tan complejo, que tu mente simplemente se volverá literalmente loca. No es una locura de manicomio, para nada. Es una locura mucho mas subjetiva. No tan a simple viste como un loco cualquiera. El mundo está lleno de estos locos, que a simple vista pasan como cualquier otra persona normal - me desagrada la palabra normal, lo normal NO existe -. Pero en su interior, en su mundo privado, se vuelven realmente locos. Cuando están solos en sus casa, en sus piezas frente al computador les baja la locura. La estupidez vuelve y realmente los tortura.

Creo - según mi poca experiencia en realidad - que la solución más factible para lograr esquivar - porque vencerla no puedes - de algún modo a la estúpida complejidad, es aprender a ser simple. Aprender a tomarse las cosas con ligeresa. Aprender a reírse de las penas, a pasar por alto tus problemas, a dejar pasar el tiempo y vivir de una vez por todas, dejar de ser simples robots. No pienses, no reacciones, no quieras, no debas, sólo siente. Esto no significa llevar una vida peso de pluma, que nada importa. No, para nada. Hay que aprender cuando tomarse un momento light en la vida. Aprender cuando hay que detenerse a darse un tiempo para uno mismo. Conócete.

Detente un momento y mira a tu alrededor, ¿hay algo que valga la pena?. Tú lo vales.

Jugando a ser grandes

9.30.2007

La bala que salió de la pistola de Tomás dio certeramente en la cabeza de Claudia y los pájaros que miraban como testigos en aquél árbol, volaron raudamente al sentir el sonido del disparo. Tomás, pálido, miraba a Claudia sin gesto o reacción alguna. Era pleno día. Estaba nublado y las nubes sólo dejaban traspasar a unos afortunados rayos de sol que alumbraban la escena. Claudia por su parte, yacía en el césped totalmente inmóvil. Una de sus manos aún mantenía firmemente aferrada a su muñeca de trapo, que poco a poco se iba tiñendo de blanco a rojo con la sangre que corría como un río por su cuerpo. El cielo termina de cerrarse y empiezan a caer unas finas gotas que poco a poco se van transformando en goterones. Tomás, ya sin fuerza, deja resbalar su pistola. Su pelo ya mojado le impedía ver en plenitud el cuerpo de Claudia, que aunque aún sangraba, la lluvia se encargaba de limpiarlo como si nada hubiese pasado. Tomás lentamente se acerca, con pasos débiles. Su estado de shock permanente le juega en contra haciéndolo caer de rodillas a un lado de Claudia. A las grandes gotas que caían del cielo, se les unen las de Tomás, que inútilmente intentaba frenar. Sutilmente Tomás toma la muñeca de Claudia y se la pone en su pecho, colocando también sus 2 brazos sobre ella. Cualquier persona que hubiese pasado por ahí creería que Claudia estaba durmiendo sobre el cesped, abrazada a su muñeca y que Tomás sólo intentaba despertarla. Pero él sabia que no era así. Tomás no podía parar de mirarla. De su rostro seguían naciendo lagrimas que al caer al piso se juntaban con la sangre de Claudia consumando el acto. Era perfecto, totalmente perfecto. Vida y muerte cara a cara. La naturaleza testigo, morbosa, como siempre. Tomás vuelve su mirada al lugar del disparo, divisando su arma totalmente mojada en el piso. Sin pensarlo se levanta y camina hacia ella. Ahí está, frente a él. Retándolo, mostrandole un camino, una salida. Sólo basta levantarla y apretar el gatillo para que todo termine. Su final, el final que él quería. Recoge la pistola sin temor alguno, tan seguro de lo que va a hacer que ni siquiera tambalea. Da una ultima mirada al cuerpo tendido de Claudia, pero esta vez se quita el pelo de la cara. La quería recordar claramente. Da la espalda a la escena, como dándole la espalda a la vida y coloca la pistola apuntando a un costado de su cabeza. No tiene miedo, ni siquiera cierra los ojos. No piensa nada, sólo siente el gatillo en su dedo indice izquierdo. Va sintiendo como el gatillo se va hundiendo poco a poco mientras más presión aplica. Siente las gotas recorriendo su cuerpo, recordandole que aún está vivo. Él sabe que si aplica un poco más de presión la bala saldrá y todo acabará. Quiere ver a Claudia por última vez pero su dedo hace la presión suficiente y todo acaba.

-¡Tomás! ¡Está listo!
-¡Ya mamá!
-¡¿Por qué tienen los regadores prendidos?! ¡Por Dios!
-¡Estábamos jugando! ¡Ya los apago!. Ya Claudia vamos, de ahí seguimos jugando
-Buuuu... Ya bueno. En todo caso muero de hambre
-Quítate el ketchup, o si no mi mamá va a saber que se lo sacamos
-Ya. No cortes los regadores aún, deja lavarme.
-!Ya pues Tomás! ¡Apúrense que se va a enfriar!
-Apurate Claudia, que mi mamá se va a enojar
-Voy

Querido viejo

9.24.2007

Habré borrado y vuelto a escribir unas 20 veces el inicio de esta carta sin rumbo, que Dios sabe si te llegará.

Como expresar, como escribir, como decirte todo. Bueno, tú lo debes saber, pero no está demás en escribirte. Aquí está tu hijo, el "chuachua" como solías decirme y molestarme. Aquí escuchando aquella canción con la cual el Nacho gozaba camino al sur, ¿recuerdas?. Sí, la del pirata cojo, con pata de palo y todo lo demás. Aquí, fumando un cigarro y con caña. ¿Quién lo iba a creer, no es cierto?. Tu hijo fumando y también tomando. No me odies. Si te preguntas que cigarros fumo: los mismos que tu, viejo. Bueno un poco más fuertes quizás. Tengo tantas cosas tuyas viejo, pero me hacen falta muchas cosas más.

Ha sido difícil, realmente difícil. Este último tiempo más que nada. Me cuesta pensar en ti, me cuesta recordar. Me duele, demasiado diría yo. No debo ser el único, pero si debo ser el que más lo oculta, por que simplemente soy así, viejo. Tú siempre me lo reprochaste. Creo que nunca te conté nada, nunca te di la oportunidad a conocer mi mundo interior. Pero aún así no me arrepiento. Pienso que te aproveche a concho, viejo. Supe disfrutar contigo. Alcancé a sentir lo que se siente tener un papá. Alcancé a tener vivencias de padre/hijo. Alcancé a guardar recuerdos claros y nítidos de ti. Pero parece que esa dosis de recuerdos, vivencias, sentimientos simplemente se me gastó. Se me gastó mi baúl de recuerdos en donde buscar consejos, respuestas. Es complicado tratar de buscar una imagen paterna, tratar de buscar ese consejo, que más consejo de padre a hijo, a esta edad ya es un consejo de amigos. No alcancé a ser tu amigo. Sólo alcancé a ser tu hijo de fines de semana. Ese que iba a tu casa, hablaba contigo una que otra cosa, te pedía algo y tú se lo comprabas. Ese que jugaba en el patio contigo a la pelota o a lo que sea. El que te acompañaba en las noches a regar el patio con tu piscola infaltable en una mano y en la otra la manguera. Mientras tú, y ahora que lo pienso, no en un estado totalmente sobrio, me hablabas cosas triviales, me contabas chistes, me hablabas de tu pega, de tu infancia. No, no me quejo ni te culpo. Es más, me enorgullezco. ¿Qué más hace un padre y su hijo de 11 años?, ¿hablar temas profundos de la vida, hablar del amor, sentarse a tomar?. No, simplemente lo que hicimos tú y yo. No sabes cuanto me encantaría que estuvieras aquí ahora, y en vez de escribirte esto, hablarlo directamente contigo. Sentarnos tu y yo en el patio de tu casa, con su buen trago, el infaltable cigarro y hablarte frente a frente. Contarte todo lo que me intriga, lo que me pasa, lo que siento, lo que necesito. Todo, completamente todo. Y pasar de ser tu hijo de 11 años, a ser tu amigo de 18.

Me haces falta viejo, más que la cresta. Y no te voy a pedir de que vuelvas, por que yo se que estás. Pero por la chucha que me ha costado encontrarte. Estás aquí mismo, pero te movieron de lugar y aún no te encuentro. Es como cuando a uno se le pierde el celular. Uno siempre lo deja en el mismo lugar, ¿cierto?. Imagínate que un día vas a buscarlo y no está. Alguien te lo movió por X motivo. Eso pasa, y no se a donde te movieron. Ojalá tuvieras ringtone.

Ha sido complicado tratar de buscar respuestas a cosas que solo los viejos saben. Mi vieja se ha portado un 7, siempre ha estado cuando la necesito. Estoy un poco más cercano a ella, aprendí a conocerla, nos estamos haciendo amigos. Pero aún así, ella sabe que no puede cumplir los 2 roles, ni ninguna mamá puede. Es prácticamente imposible para mi. Nunca va a dar en el clavo, como tu si hubieses podido. El simple hecho de ser mi viejo te da ese poder. Y todo esto va mucho más allá que una conversación de 'hombres': "¿Cómo andan las minitas?", "Ese es mi hijo. Hijo de tigre", "¡Todo un campeón!". Va mucho más allá de eso, viejo. Sinceramente desde que te fuiste, no he logrado encontrar otra imagen paterna. La he buscado, pero no está. Es para mi, irreemplazable. Te preguntarás: "¿Y de dónde te haces el modelo de imagen paterna si yo no estoy? ¿qué haz hecho todo este tiempo si un padre?". No tengo idea, ¿de la tele? ¿padres de amigos? ¿familiares?. Quien sabe. ¿Y que he hecho todo este tiempo sin un padre?: ser yo mi papá. ¿Estúpido?, quizás. Pero no tanto, si al final y al cabo aprendo a ser papá gracias a ti. Las respuestas o consejos que necesito las saco de ti, de los recuerdos. Pero ya están tan exprimidos que no me están dando respuestas ni consejos. Se me acabaron, se agotaron. Y ahora si que si prácticamente tengo que aprender a ser papá solo. Puta que cuesta. Pero creo que tengo la base.

Muchas veces me pregunto "¿Qué tengo de mi viejo?", y me doy cuenta que muchas cosas. Partiendo por el supuesto parecido que tenemos. Recuerdo que lugar donde íbamos siempre nos decían "¡Pero si son dos gotas de agua!". Me cargaba, pero tenia que sonreír de todas maneras. También heredé el gusto de comer bien tarde en la noche cosas bien grasientas. Lo bueno para el trago y el cigarro. Tu voz, antes por lo menos, no lo se ahora. Varios gestos tuyos: la forma de rascarme el ojo cuando tengo sueño. El ser bueno para el hueveo: recuerdas que recurrentemente cuando decían "¡Que lindo tu hijo!", tú respondías "¿Quieres tener uno igual?". Que manera de reírme. También según mi vieja tengo tu parada: con la pierna izquierda floja y apuntando hacia un lado. Lo caluroso, siempre ando con calor. Bueno para los asados, bueno para salir con los amigos. Varios gustos musicales que tengo son culpa tuya. Y así un sin fin de cosas.

Bueno, estés donde estés viejo, yo se que te voy a encontrar. Esté vivo o muerto. Y aunque yo no tenga mis respuestas ni consejos, no te sientas culpable, ni te preocupes. No dudes en que las voy a encontrar.

Un beso, una lágrima y un adiós.

Te quiere, tu hijo.

Pensar que nunca alcancé a llamarte viejo, sólo papá.

Francisca

6.24.2007

Y ahí estaba yo, esperando a que ella saliera. Ya oscurecía, era tarde, pero no podía irme sin verla. Sentía un poco de frío, tenía hambre, estaba cansado, un día de mierda. Por segunda vez toco el timbre de la casa. Veo movimiento dentro, pero no la logro distinguir. Miro el cielo, hay Luna llena. Recuerdo que la última vez que la vi fue en la playa, hace 10 años...

Que calor hace, no paro de sudar. La cerveza ya está caliente, pero aún así me la tomo. Siento como la arena poco a poco va ingresando a mi ropa como si fuesen pequeñas hormigas. Pica y me molesta, pero es tolerable. Un día normal, yo, solo como siempre, mis cervezas, y mí ejercito de colillas de cigarro que me rodean hostilmente. - ¡Mierda! - digo, en voz alta. Me doy cuenta que solo me quedan 3 cigarros y 1 cerveza. Voy a mi pantalón, logro rescatar de lo profundo de mi bolsillo trasero 900 míseros pesos. Abro mi bolso, 10 pesos, 50 pesos, 100 pesos, 10 pesos. Miro a mí alrededor y diviso a lo lejos un local. Tapo rápidamente las colillas de cigarro con arena, y aplicando la misma técnica hago lo mismo con las latas de cerveza. Tomo mis cosas y parto. Esto de caminar en arena no es lo mío. Mientras camino me doy cuenta de que no soy el único desgraciado que tapa su basura con arena. Camino y camino, esto se me hace eterno. El sol más fuerte que nunca, y las voces de pequeños niños felices con sus madres me desesperan. Nunca me han agradado los niños, tan ingenuos, simplones, como si nada pasara. Sí, lo acepto, los envidio. Logro llegar a la acera y emprendo rumbo al local. - ¡Señor, ¿una moneda?! - ¿Señor? ¿tan viejo me veo?. Lo ignoro, no lo miro y sigo mi camino. Estoy destruido, pase la noche en la playa. No dormí más que 2 horas y aún siento los efectos del alcohol de la noche anterior. El local cada vez me parece más lejos. Que ganas de mandar todo a la mierda. La luz roja del semáforo me detiene. Que mierda de vida. Tener que hacerle caso a una insignificante luz roja. No lo pienso y cruzo. Un auto frena bruscamente y queda detenido frente a mi a no más de 10 centímetros. ¿Susto?, no. Quedo parado en medio de la calle, media playa mirándome y un chofer histérico gritándome quien sabe que. Yo sólo miro, y inconscientemente sus palabras entran y salen por mis odios, sin alcanzar a reconocer que me dice. Noto que la mujer que va dentro del auto le dice algo, él la mira, le responde y se sube. Tomo nuevamente rumbo al local. Sólo quedan 2 cuadras. El calor me está matando. Abro mi bolso y saco mi última lata de cerveza, que lamentablemente está más caliente que la anterior. Pero que importa, cerveza es cerveza. Automáticamente saco un cigarro. Busco mis fósforos como desesperado dentro de mi mochila. No están. Me siento en una banca, abro las piernas, me inclino hacia adelante y me agarro la cabeza como si se fuera a acabar el mundo. ¿Qué es un cigarro sin su fuego?, un simple cigarro. Me tomo lo que me queda de cerveza, coloco el cigarro sobre mi oreja y parto nuevamente. Creo que fue mala idea tomar esa cerveza caliente, siento aún más calor y mi estomago me lo reprocha. - Ya queda poco - me digo a mi mismo. Tantas mujeres en este mundo y todas tan iguales. - Es que quiero mi espacio - ¿de que espacio hablan?, si salen mas que uno mismo. - ¿Tú me quieres? - ¿como quieres que te quiera si te conozco hace 1 día?. - ¿Soy linda?¿estoy gorda? - Te presento al espejo. - ¡¿Por que no me entiendes?! - ¿Conoces el español?. Por fin estoy a metros del local. Me seco el sudor de mi frente y entro. Siento inmediatamente el ventilador de la entrada como un premio a mi odisea. Me quedo detenido ahí por unos instantes con los ojos cerrados. Si hay algo que compite con una cerveza bien helada, eso es un ventilador. Mi cabeza palpita casi como un corazón por la salida de anoche. El sonido de las máquinas del local zumban como pequeñas moscas dentro de mí. Me acerco a la vendedora. Es hermosa. Está sentada, sobre su mesa dos cervezas y un cenicero con un cerro de colillas de cigarro. Puedo notar la nicotina en sus dedos, es zurda. Pequeñas gotas de sudor recorren su cuerpo. Noto un hermoso anillo que lleva en su dedo anular de su mano izquierda. ¿Casada?, no lo creo. Debe tener alrededor de 24 a 27 años. Me acerco más, me mira y sonríe. No devuelvo la sonrisa. Saco de mi bolsillo el mísero dinero que alcancé a juntar. - Una cerveza y una cajetilla de cigarros - En ese momento aparece un hombre. Efectivamente estaba casada. Compartían el mismo anillo. Ella toma una cerveza de la mesa y él la otra. - ¿Sí, señor? - Me dice el hombre. Nuevamente señor, realmente estoy quedando viejo. Repito - Una cerveza y una cajetilla de cigarros - Me entrega la cerveza y los cigarros. No dudo un instante en abrirla. Me la tomo. Es cierto, una cerveza bien helada no tiene competencia. Salgo del local. Al pisar la acera saco automáticamente el cigarro que dejé sobre mi oreja. Recuerdo que no tengo fuego. Doy media vuelta bruscamente. Ahí estaba ella, parada, más hermosa y sonriente. Mira el cigarro que tengo entre mis dedos - ¿Fuego? -. No contesto. Esa voz, tan suave, tan hermosa. Complementa tan bien su bella figura. Su pelo largo, crespo y desordenado. Todo un conjunto de piezas tan bien puestas, una invitación a ser adicto a ella. - ¿Fuego? - repite. Me mira y sigue sonriendo. - Bueno, gracias - digo frío y secamente. Extiende su mano hacia la mía. Está fría, tan fría que me congela. Siento algo de morbo sólo con ese roce. Prendo mi cigarro, inhalo. Suspiro y ella suelta una carcajada. - Te hacia falta. ¿eh? - dice riéndose. Nuevamente la miro. Se ve como una pequeña niña de 10 años al reír. Es realmente hermosa. Se dibuja una pequeña sonrisa en mi cara, no digo nada. Veo que saca un cigarro. Se lo prendo y le devuelvo los fósforos - No, quédatelos. Veo que te hacen más falta que a mí - Me hace sentir un idiota. Parezco viejo y además adicto al cigarro. Se ve tan bien fumando. Es como si sus cigarros estuvieran hechos para encajar en sus labios. Una orgía de humo sale por su boca, invitándome a la cama. La miro - ¿Qué miras? - Ahora debe pensar que aparte de viejo y adicto al cigarro, soy un depravado. - A ti - se sonroja y agacha un poco la cabeza. Ahora soy yo el que suelta una carcajada - ¿cuanto llevas de casada? - - ¡¿Yo?¿casada?! - - Pues yo creí... que... - se ríe y dice - Si lo dices por el anillo, estás equivocado - Inexplicablemente sentí un alivio - Es un anillo familiar - Ahora entiendo todo. Se escucha un grito dentro del local - Tengo que irme. Vuelve algún día ¿sí? - Afirmo con la cabeza y extrañamente sonrío de alegría. Se da la vuelta y entra. ¡Dios!, que buen trasero tiene. Yo no creo en eso que llaman 'química', pero en estos momentos me está jugando en contra. Tomo rumbo a mi departamento. Son las 16:35 de la tarde y yo semi-dormido sobre mi cama. No puedo quitármela de la cabeza. La imagino aquí, ahora, junto a mí, abrazándome. Sintiéndola dormir sobre mi pecho, con su pelo largo y crespo. Es raro, muy raro. Yo no soy así. 20:04 de la noche. Despierto de mi larga siesta. Sí, soñé con ella. Me siento un niño de 16 años, nervioso, pensativo, algo torpe. Quiero verla, otra vez. Me levanto tomo las llaves del auto y parto. Estaba cerrando el local, sola. Siente mis pasos, da media vuelta y sonríe - ¡Hey, eres tú! - se acerca y me besa en la mejilla. Logro reconocer una fragancia, es única. - ¿Ese es tu auto? - - - afirmo y río. - Ahá, ¿y para dónde me llevarás? - me dice en un tono bastante desafiante y confianzudo. Siento una extraña sensación al estar junto a ella: me siento inferior. Es raro, es como si la conociera desde siempre. Su pregunta se repite en mi cabeza pero no retorna respuesta. - No sabes donde ¿cierto? -. Guarda las llaves del local en su cartera, se arregla su pelo y se queda mirándome. - Eres lindo, ¿sabes? - Nuevamente no se que responder. Me siento extraño, asechado por una mujer capas de tener cualquier hombre rendido a sus pies. Estoy fuera de lugar, siempre soy yo el que intimida. - Te invito a mi casa - dice bastante coqueta. Acepto como si no tuviese otra opción. - Vamos, olvida tu auto. Caminaremos -. Sin pero alguno, cumplo su orden. Soy como un perro que es sacado a pasear por su amo. Pero lo admito, me gusta. Mientras caminamos veo que mira la Luna, como si le perteneciese. Yo callado, totalmente sumiso a su orden, con miedo a hablar, a decir algo. Ella con su pelo tomado, mirando la Luna, camina sin mirar el piso como si supieses perfectamente donde pisa, a donde va. Se muestra tan segura, alegre, simple. - Hace un poco de frío - dice y rompe el hielo. Sin preguntarle, me saco la chaqueta y se la coloco. Me mira y sonríe con un gesto de agradecimiento. Se abraza a mi brazo derecho. Siento que caminamos sin rumbo alguno. - ¿Te gusta la Luna? - Me pregunta, - La verdad, no me llama la atención - - ¡¿Pero como no?!... - exclama - Bueno, es linda, sí. Pero no es algo que me apasione. - respondo. Me siento mucho mas a gusto y relajado que en un principio. - Yo puedo pasar horas mirándola, una noche entera si quisiera - dice en un tono infantil. Sólo callo, realmente la conversación no me interesa. Van 4 cuadras de silencio absoluto, pero no me incomoda, me siento a gusto. Es como si fuera mi amiga de siempre, que podemos caminar callados y no sentir un ambiente extraño. Llegamos al fin de la playa, solo queda una casa, deduzco claramente que es esa. - Aquí es, ¿te gusta? - - Sí, claro - miento. Es antigua, de madera, mal pintada. Subimos los pequeños peldaños de piedra para llegar a la entrada principal. Era una puerta de acero, bastante tosca. Veo que se agacha, levanta una pequeña piedra y debajo de un agujero saca unas llaves. Río, pero no por que me cause gracia, si no por que lo encuentro bastante peculiar. Logra abrir la puerta y con un gesto de su brazo derecho me invita a pasar. La casa estaba oscura, pero era hermosa. La Luna iluminaba rincones muy específicos, como si supiese exactamente donde iluminar, creando un juego de sombras realmente increíble. Era solo una gran pieza, donde tenía todo, incluido baño. La cama, al centro. Redonda, hermosa. Al fondo, un gran ventanal mirando al mar. A la derecha, un bar con forma de bote. - Voy a encender las luces, espera - mientras camina en dirección al interruptor, la detengo tomando su mano - ¿Tú estás loca? -. Me mira con cara extrañada. Pero al instante entiende mi idea. Prender la luz sería realmente un pecado. Sigo con su mano tomada, ella a contraluz, hermosa. La mitad de su cuerpo alumbrada. Siento la urgente necesidad de descubrir su otra mitad. Es increíble, realmente lo es. Perfecta. Suelta mi mano, se arregla el pelo y dice - ¿Un trago? -. Como negarme, acepto. Deja sus cosas sobre la cama, y se dirige al bar. Aprovecho la oportunidad para explorar su casa. Me dirijo al ventanal, la vista es única. Noto que tiene una pequeña terraza y una bajada a la playa. Salgo y me apoyo en la baranda. Siento esa fragancia. Sale de la casa, sale de ella. La miro, no puedo parar de mirarla. Adicto, totalmente adicto. Se ve tan frágil, débil, en busca de protección. Pero al mismo tiempo fuerte, dispuesta a todo. Viene hacia mí, no camina, se desliza, flota, vuela. - Veo que te gustó mi terraza -. No entiendo. Me habla y me congelo, quedo quieto, inmóvil. Es extraño, sin ella hablándome, soy otro. Quedo totalmente indefenso. Afirmo solo con la cabeza. Me entrega el vaso. No se que sirvió, ni me interesa. Nos sentamos en unas pequeñas sillas. Pasamos horas hablando. Conversando de la vida, de mis cosas, sus cosas. Bueno, más de mis cosas. Cada vez que me mira siento esas mariposas, bastante homosexuales debo decir, en mi estomago. Es algo que no controlo. Sólo le costo una noche, algo que a mi ex-mujer le costó 1 año y medio: enamorarme. ¿Tan falta de cariño estoy que me enamoro de la primera mujer que pasa ante mis ojos?: Realmente sí, por que primera mujer que encuentro de verdad. El alcohol hace lo suyo, y nos acercamos cada vez más. Ya irán 6 o 7 copas. Se acurruca en mí, me abraza como una pequeña niña. Ella mira la Luna yo la miro a ella. La Luna sigue en el mismo lugar desde cuando llegamos. Hay 2 opciones: es el alcohol o efectivamente la Luna está solo para ella, que así lo creo. Si la Luna mirara una Luna, seria a ella. Se suelta de mi y corre - ¡Ven, bajemos a la playa! -. Que hermosa se ve. Al correr su pelo tomado se suelta y danza al son de su trote. Se ve tan feliz, como si fuese la primera vez que está en la playa. Debe ser el alcohol. - ¡Hey, que esperas. Ven! - Repite. - ¡Voy! - Sonrío y respondo, pero no corro. Mientras camino, noto que se saca sus zapatos. Copio su acto. Se sienta frente a la orilla del mar, abrazando sus rodillas y mirando la Luna. Me detengo a observarla. Saco un cigarro, lo prendo e inhalo. El cigarro sabe a amor. Me acerco a ella y me paro a su lado. Me mira. Me toma la mano y me sienta. Apoya su cabeza en mi hombro. - ¿Que piensas de mi? - pregunta. No hay respuesta. - Perdón - - ¿Perdón qué? - le pregunto - Perdón por la pregunta. Quizás fue muy pronta y te asusté - La miro y pienso en que realmente si hay respuesta a esa pregunta, pero el miedo a responder es demasiado. Solo callo y miro la Luna tal cual como ella. Siento calor en mi mano. Era el cigarrillo que estaba prácticamente consumido. Lo apago en la arena. Mientras interno la colilla del cigarro a lo profundo de la arena, otras colillas salen a la superficie. Sonrío y me doy cuenta de que estoy en el mismo lugar que hoy en la tarde, y aquellas eran mis colillas. - ¿Qué pasa? - - Nada - digo, mientras tapo las colilla y la abrazo por la espalda. Las voces del mar y la luz de la Luna son suficientes para mantenernos callados. Poco a poco ella se acurruca un poco más hacia mí. Debería sentirlo extraño, no la conozco demasiado, ni siquiera se su nombre. Pero lo extraño es que me agrada, y lo siento muy normal. - Tú también eres linda, ¿sabes? - No me responde. Saca de su cartera 2 cigarros, me entrega uno. Se da vuelta y hace una almohada con la arena. Mientras, yo prendo mi cigarro y luego el de ella. Nos recostamos sobre la arena a mirar la Luna. Estamos muy cerca de la orilla, puedo sentir las voces, pero no nos mojamos. Ninguno de los dos se inmuta a hacer movimiento alguno. Solo vivimos el momento. Veo como el humo de los 2 cigarros se mezclan en el aire, invitándonos a hacer lo mismo. Junta su cabeza con la mía, y suspira. - Eres observador, callado, retraído, tímido. Pero me agradas -. Me quedo pensando un instante. Soy todo lo contrario. - Tú me transformas - - ¿Cómo dices? - - Yo no soy realmente como me describes. Me transformas. - - ¿Estás seguro?. Y que tal si eres como digo y con los demás eres otro -. Tiene razón. Llegó a lo más profundo de mi persona, me exploró, me analizó. Y yo ni siquiera me di cuenta. Logró sacar de mi, mi verdadero yo. Me sonrojo y la abrazo. Pero la Luna me juega una mala pasada y hace que mi vergüenza salga a descubierto. - Tengo razón ¿no? - Me sonrojo más aun y pierdo la vista en cualquier punto de la playa. Suelta una gran carcajada y dice - ¡Sí!, tengo razón! - Siento como si fuéramos pololos, pero un pololeo de 15. Es lindo, tierno. No acostumbro a vivir esto a mi edad. Tenía razón, no se cansa de mirar la Luna. Yo no me canso de mirarla, ella es mi Luna, tan o más hermosa. Mientras la miro, corre su mirada hacia la mía. Sonrío levemente. Ella también. Nuestros cigarros totalmente consumidos yacen en la arena junto a todas las demás colillas. Las voces del mar desparecen y la luz de la Luna se apaga. Solo siento su respiración y el calor de su cuerpo pegado al mío. La arena se convierte en una gran cama dispuesta a todo. Subo mi mano ciegamente buscando su rostro, lo encuentro. Lo rozo suavemente descubriendo cada rincón. Sus ojos se cierran. Siento sus labios, húmedos, calientes. Se abren lentamente, mis dedos los recorren sin miedo. Su mano sobre mi rostro. Nos descubrimos, nos recorremos, nos encontramos. Mi mano baja por sus caderas, perfectas, únicas. Vuelvo a sentir esa fragancia. Mi corazón se exalta, mi respiración aumenta. Siento su respiración tan rápida como la mía. Me lanzo como un perro hambriento sobre ella. Se deja llevar. Siento sus manos en mi espalda, y las mías sobre su abdomen bajando por sus caderas hasta sus piernas. Perfectas, igual que el resto de su cuerpo. La oscuridad deja lugar para la imaginación, y el silencio para los detalles. Esa fragancia, sale por todo su cuerpo. Sus movimientos cada vez se hacen más bruscos, mientras mis labios recorren su cuerpo. Mi boca en su abdomen y mis dedos en su boca. Voy hasta su cuello y se lo beso. Detengo bruscamente toda acción. Vuelven las voces del mar y la luz de la Luna. Nuestras miradas siguen fijas una con la otra. Nuestras respiraciones se calman. Hermosa, se ve hermosa. Mis labios se acercan a los suyos. Siento las voces del mar mas cercas que nunca, ya nos mojan. Nada importa. Siento el calor de su aliento. La luz de la Luna cada vez más fuerte. Estamos totalmente mojados. El primer roce, casi como mi primer beso. Me sigo acercando, y cada parte de nuestros labios se va uniendo a la otra. La luz de la Luna me ciega. Nuestros labios se topan completamente. Siento su sabor, su calor. La Luna y el mar testigos. Aún más mojados, las voces cada vez son más fuertes. No nos detenemos. Ya casi no puedo ver, la Luna me está cegando totalmente. Esa fragancia, otra vez. Más fuerte que nunca, única. No paro de besarla, de sentirla. Solo cierro los ojos y disfruto. Las voces ya llegan a la mitad de nuestros cuerpos, no se callan. Nuestras manos juegan a las escondidas, se buscan, se escoden. Ya no logro ver otro color que no sea el cegador blanco. La fragancia no desaparece, está impregnada en el ambiente. Siento que se va, se deshace, se resbala de mis brazos. Sus labios se convierten en arena, su pelo, su cuerpo, sus piernas, caderas, espalada, todo, todo se convierte en arena. Estoy totalmente sumergido en las voces, no se callan. Desespero. No logro abrir los ojos, me pesan. La fragancia sigue aquí, aún puedo sentirla. Ella está aquí, pero no se donde. No logro encontrarla. Solo muevo los brazos de lado a lado, no siento nada, solo las voces y esa fragancia. Me vuelvo loco. - ¡¿Dónde está, dónde?! - me pregunto una y otra vez. Las voces pasan a ser murmullos, no entiendo que dicen. Aún siento los últimos granos de arena en mis manos, los aprieto, no quiero que se vallan, son ella, son parte de ella... son míos. Las voces son más y se los llevan. Floto entre las voces, como si fuera parte de ellas. Ahí está esa fragancia, el único recuerdo de ella. Me tranquilizo, me dejo llevar. Caigo en el fondo de las voces, en la misma cama donde la besé. Aún puedo sentir sobre mi cabeza la almohada que ella creo. La Luna sigue cegándome, sus rayos traspasan las voces como si nada. Ellas siguen con ese murmullo, no entiendo. Solo me recuesto y siento su fragancia. Tan única, especial. Es como tenerla al lado, pero no está. Las voces empiezan a tener sentido, dicen algo, aún no entiendo. La luz de la Luna empieza a disminuir. La fragancia sigue ahí, tan fuerte como siempre. Me siento tranquilo, relajado, casi dormido. Sigo intentando abrir mis ojos. Escucho un nombre, las voces me dicen un nombre, aún no entiendo que dicen. Cada vez se hace más claro. Siento que puedo abrir los ojos poco a poco. Las voces aún están ahí. Diciéndome algo, quien sabe que. Abro los ojos, veo todo blanco, como recién despertado de un sueño, me duelen, me pesan. La fragancia sigue presente y las voces también. Pero está vez logro reconocer un nombre: Francisca. Termino de abrir los ojos. Estoy recostado en una cama boca arriba. En el techo una inmensa lámpara con una luz cegadora. Miro a mí alrededor. La pieza es totalmente blanca. Yo estoy de blanco, y la gente que veo pasar por fuera de este cuarto también está de blanco. Me siento mojado. Estoy orinado. Siento un pequeño zumbido, viene de la lámpara, tiene un ventilador. Sudo, siento mucho calor. A mi derecha una mesa, con un cerro de colillas de cigarro sobre un cenicero, junto a una cajetilla de fósforos vacía y abierta. Además, unas flores moradas, son hortensias. Sueltan una agradable fragancia.... - ¡Francisca! - grito explosivamente. Trato de moverme pero estoy amarrado a la cama. Entro en desesperación. Veo como 3 personas de blanco gritan y entran a mi cuarto. Me aferran a la cama. No paro de moverme y gritar - ¡Francisca, Francisca! -. Su fragancia se hace mas intensa que antes, solo miro el techo y me muevo. Ahí está la Luna, sobre mi, intensa, cegadora. La extraño, la amo, la siento. Veo sus caras, extrañas, furiosas, cansadas, rendidas. No se donde estoy, ni que día o año es, menos como mierda llegué aquí. Estoy perdido. No entiendo, solo me muevo y grito su nombre. Siento un pequeño pinchazo, no se donde fue. Sigo gritando y moviéndome. - ¿Que hago aquí? - me pregunto. No logro entender. Empiezo a sentir mi cuerpo dormido, no responde. - ¡¿Dónde está Francisca?! - pregunto exaltado, exigiendo una respuesta. Nadie responde. Sólo miran con un gesto de lastima. Mis parpados caen por su propio peso. Caigo rendido, dormido. La veo, trato de tocarla pero no puedo. Su cuerpo convertido en nube me es cada vez más lejano. Siento voces, murmullos. Abro mis ojos. Estoy sentando en una silla de ruedas. Tengo una manta sobre mis piernas. Parezco un puto anciano. Estoy destruido, cansado, no logro pensar con claridad. El cuerpo me pesa, mi cabeza tambalea de lado a lado. Mis ojos luchan por mirar de frente, tratando de mirar un punto fijo. Veo a mi alrededor: más gente como yo. Sí, aún recuerdo a Francisca. No he olvidado. Trato de relacionar cosas, hechos. No saco conclusión alguna. Ya puedo ver nítidamente. Estoy en un cuarto grande, algo así como una sala de estar. En el centro, un sillón con un televisor en frente. Nadie lo mira. Sólo está prendido y una cargante música sale de él. – ¡Despertó! -, miró hacia atrás. Una mujer me mira y sonríe. No se quien es, ni que hace conmigo. Toma mi silla de ruedas y empieza a moverla como si nada. Solo me da paseos, hemos pasado ya 5 veces por el mismo lugar. – Veo que sus cicatrices están mejor -, dice. ¿Cicatrices?¿de que habla? – En su brazo izquierdo -. Mis ojos automáticamente se mueven al lugar nombrado. Todo mi antebrazo está cortado. – No debería hacer más esas tonteras. Usted sabe cuales son las consecuencias - ¡¿De que mierda me habla?! ¿Yo cortándome? ¿Consecuencias?. - ¿Y como está Francisca? – pregunta. Con un tono tan normal, tan común y corriente, casi como si la conociese. No respondo. ¿Por qué sabe de Francisca?. Entramos a mi cuarto, está un poco cambiado desde la última vez. Las hortensias ya están secas, caídas. Me extraña el hecho de que no las hayan cambiado, o simplemente botado. Mi cama está pegada a la muralla. La aferraron al piso. – Es hora de la cena -. Me deja dentro de mi cuarto. Cierra la puerta… con llave. Con las pocas fuerzas que tengo me levanto. Una pequeña silla acompaña a la mesa. Logro sentarme. Apoyo mis brazos y miro el plato de comida. El olor me repugna. Intento acercarme a la mesa, pero la silla también está aferrada al piso. Bajo la mirada, la mesa también. Miro el velador, también lo está. Noto que los bordes del velador fueron redondeados. No puedo comer esta mierda de comida. Tomo el pequeño baso de agua que acompaña al plato. Mi cara se arruga como una pasa al sentir el asqueroso sabor. Resignado voy a mi cama, me siento en el borde y abro la cajonera de mi velador. Un cigarro y un fósforo, sólo eso. Tan simple como eso. Me recuesto sobre mi cama mirando el techo. Coloco suavemente el cigarro sobre mis labios y intento prender el único fósforo que tengo. Lo prendo satisfactoriamente. Por fin algo de suerte. El humo del cigarro recorre mis pulmones como si fuesen vírgenes. Siento su efecto relajante al instante. Sólo miro el techo y pienso. ¿Qué será de Francisca?¿Qué hago aquí?¿Por qué esas cicatrices en mi brazo?. Preguntas y más preguntas. Pero todas sin respuesta. Siento el sonido de unas llaves. La misma mujer que me dejó en esta pieza entra por la puerta. - ¡De nuevo no se comió la comida! - . La miro con cara de desprecio, ¿Qué se cree?. – Duérmase temprano, recuerde que mañana es martes-. Se lleva el vaso con el plato de comida. Antes de que cierre la puerta le pregunto - ¿Y qué tiene que sea martes? – Me mira con cara extrañada y responde - ¿Cómo qué tiene? Recuerde que los martes recorremos la ciudad en busca de Francisca - Cierra la puerta nuevamente con llave. La luz que alumbra la pieza se apaga, sólo entra un pequeño rayo de luz por la ventana de la puerta. Forma un cuadrado perfecto en el piso. Suspiro y acomodo mi cabeza en la almohada. Quedo mirando contra la pared, blanca, como todo el puto cuarto. De blanco pasa a negro, y mi cuerpo ya rendido, duerme. Pero mi cabeza no. Despierta, como siempre. Aún cuestionándose.